sábado, 27 de julio de 2013

Un dedo?


Un pueblo se mide por las luchas de su gente y estas no están en pertenencias materiales.
Una madre a punto de parir el último hijo de diez, sin boca ni aliento suficiente para sentir dolor, agota su 
último suspiro en parir a un ser moribundo, sin futuro conocido en una paupérrima tierra arrasada por la 
sequía y la enfermedad. Ya no queda nadie de su estirpe: abuelos, padres, maridos, hijos ya no son más 
que polvo. Al morir antes del alumbramiento, la cesárea se hace obligatoria pero el nuevo ser no se mueve 
ni llora, solamente queda esperar a que se apague lentamente.

Tocar a un recién nacido, es un acto reflejo y que él se coja a aquello que le toca, también. Casi frío, blanco 
pero no suelta el dedo. Es entonces cuando ella, lo abraza, lo acuna y mete entre su ropa para calentar así 
los pies del pequeño.



Le habla de cosas desconocidas, de nieve y agua, de fuego, plantas, duendes y dragones y canta aquello 
que recuerda. Las horas pasan y un cuentagotas rudimentario está a mano. Le da una mezcla lactosa y algo 
late. Continúa.

La incómoda silla de campaña está para algo, la usa y pasa otro día. Duerme a medias con un pequeño 
cuerpo caliente que apenas se mueve, que lleva sangre en sus venas, que pelea, que no suelta el dedo.

Cuatro noches completas con un latido, un cuentagotas y un dedo. Sin apenas comida, sin ducha. hasta que 
todo se para. El dedo se suelta. Ya no hay movimiento, ni siente latido y devuelve a la cesta el cuerpecito 
inerte. 

Antes de salir de la tienda, escucha una protesta, un llanto sin fuerza, un ronroneo extraño, pero suficiente. 
Ese sonido se convierte en una alarma de incendios, gritos, carreras de personal médico, pero sobre 
todo el enorme llanto de ella que no encuentra explicaciones.

A partir de ahora, tendrá que salir al mundo solo, por sus propios medios. No se puede negar que  ha 
sido una lucha, una guerra ganada a través de un dedo.

( Pour Samu, le plus fort, le plus chanteur)

viernes, 19 de julio de 2013

Cuentos y leyendas: Duendes y hadas.



Cuentan que en la antigüedad, en el lejano norte, duendes y hadas no aunaban esfuerzos para mantener el equilibrio en la tierra ya que las hadas se empeñaban en mantener la luz del día con su polvo mágico pero solo conseguían despertar al sol durante 2 horas, lo que no era suficiente para que árboles y flores creciesen  fuertes y sanos. Los duendes, sin embargo, eran sirvientes de la luna y trabajaban duramente bajo su mandato limpiando las estrellas y haciendo que la noche durase meses completos, pintando todo de negro y llamando a las nubes. La noche imperaba y mantenía el manto blanco de la nieve como única iluminación posible.

Eydir es un hada joven y trabajadora con poderes especiales ya que el polvo de sus alas es el más resistente de toda la colonia. Organiza a los animales y en su zona es donde el sol calienta más y donde se oculta más tarde. Siempre intenta abarcar un poquito más de territorio, pero ella sola no puede hacer mucho más.

Diarios de locura.




Llegué a aquel lugar después de una promesa y un año de ahorro compulsivo. Un lugar apartado en los mapas del que ni siquiera se hablaba. Me costó encontrar documentación para saber qué ropa llevar, qué calzado ponerme, qué me podría encontrar. Fue mucho mejor así.
Era una mañana de finales de abril de hace más de 20 años. Botas de montaña y pantalones vaqueros, pero sobre todo un terrible dolor en el pecho que no se iba ni con los 14.000 suspiros acompañados de la correspondiente sonrisa nerviosa. Era mi primer viaje en avión. Casi 12 horas de vuelo que se completaron con un primer beso en medio de algún lugar de Europa a km de altura.

lunes, 15 de julio de 2013

Lengua de látigo


Lengua de látigo, cabeza cuadrada se empeña en demostrar que su corazón es de piedra. Ceño fruncido que no sabe sonreír. Ha aprendido que si se muestra vulnerable sufrirá, por lo que ha decidido pisar cabezas antes que alguien se le acerque lo suficiente. No entiende porque no escucha. No comprende porque nadie más que él, sabe. No entiende porque no lo necesita. No comprende que le puedan hablar sin intención alguna. No sabe qué es eso de la empatía.
Lengua de látigo se siente encerrado, cree que lo han cazado y le duele. Se revuelve y pelea contra ello y cuanto más lo hace, más daño se inculca. No ha visto que, aunque salga de la trampa, la mayor jaula la tiene encima.
Se jacta de su rudeza, de su independencia, de su impecable distrito moral. Ni independencia, ni moralidad hay en su actitud, solo dureza.
Lengua de látigo da lecciones de autoestima, imparte clases de comportamiento y él decide qué se cuenta en cada momento. Solo se encuentra seguro con seguidores callados, con oyentes obedientes. Todos son culpables de su dolor, de su inseguridad. Ha creado un mecanismo de autodestrucción lento y peligroso. Orgulloso, impasible en apariencia, mantiene su cabeza hierática, cual capitán valiente, ante el hundimiento de su barco.
Las palabras de lengua de látigo hacen daño porque están dichas para hacerlo. Pide que le den aquello que no da. Lengua de látigo está furioso y aparenta no estarlo.
Al igual que un profesor severo, lengua de látigo señala con el dedo al sonido de una mosca. Así busca respeto y obtiene soledad.

domingo, 14 de julio de 2013

Campanas de lluvia



... Comenzó a llover suavemente y se convirtió en el mayor acontecimiento. Ocho meses sin ver una gota de agua daba a la aldea un color amarillento por el polvo en suspensión. Eso, unido a la altura a la que se encontraban, hacía pensar a los visitantes que aquel no era el mejor lugar para pasar la noche. (,,,) El hospedaje no era lujoso, pero suficiente. Había un pequeño camastro con una colcha desgastada. El suelo limpio, mantenía las pisadas mojadas de la pequeña camarera que acababa de llevarles a la habitación. se sientan a hablar con ella y les explica el camino al santuario. Un lugar que los propios habitantes de la aldea habían contruido: cuencos metálicos colgados de cuerdas que se atan a numerosas estacas hundidas en el suelo, trozos de telas de colores que ondeaban al viento y que alguien había concebido como protectoras de malos espíritus y un pequeño cobertizo que contenía una figura de barro irreconocible, con un aspecto tan frágil que no se atrevieron a verla de cerca por temor a un derrumbe del tejado.

sábado, 13 de julio de 2013

Dos mil trescientos pasos



" Tenía tres años cuando mi pequeño mundo cambió. Había visto como pintaban la habitación de al lado, la tripita de mamá crecer y escuchado la palabra bebé mil veces sin llegar a comprender que significaba aquello. Por primera vez vi un ser diminuto, como aquellos de los cuentos de mamá, pero este era mío. Con ojos y boca abiertos mi dedo índice se hundió suavemente en la mejilla de lo que llamaban hermana y su movimiento me provocó una risa nerviosa". 

Eres tú


Eres tú y no sé como decírtelo. Eres tú quien hace que todo se ilumine con un guiño, quien tiene el nombre de todas las cosas, de todos los hombres. Eres tú el que hace que, con la sola presencia, se mengüe mi enfado. El de las manos más cálidas, el del olor más suave, el de la voz más bonita, el que convierte en bueno un chiste horrible. Eres tú quien llena de piedras mi estómago cuando recuerdo, el que hace que adore el invierno, el que mejor discute, el que siempre tiene razón aún sin ella. Eres tú el que me enseña, el que me calma, el que me escucha, el que sabe dar la vuelta a todo para encontrar la parte buena. Eres tú el que incrementa mi curiosidad, el que me acompaña en la búsqueda de las hormigas culonas, el que hace poesía con el silencio. Eres tú en quien confío, a quien añoro a todas horas, quien mejor seca mis lágrimas al cambiarlas por las tuyas.
Yo, que siempre tengo palabras para todo, que hablo leyendo o a la tele o dormida, no encuentro la manera de contarte que me duermen tus besos y me despiertan tus caricias. Eres tú el que siempre está en mi boca, en mi pensamiento, en mis poros. Seguramente es tan sencillo como decir todo lo escrito pero eres tú quien, al mirarme, no deja que me salgan las palabras.

Diarios de locura V:

De donde ella viene el invierno es oscuro, gélido, silencioso. Amanecer y anochecer se mezclan llegando a hacer muchas veces imperceptibles los momentos de luz solar. Lleva muchos días anhelando el resguardo de los suyos, la calidez de la chimenea encendida, el silencio necesario para escucharse.
El pueblo en el que vive su familia consta de seis casas de marineros que antaño usaban como cabaña de aperos. Los dos grados de temperatura animan a pasear por el acantilado que, aunque está empedrado, el conocimiento del terreno y el blanco de la nieve facilitan la caminata. Son dos kilómetros hasta su punto de destino, dos mil trescientos pasos en los que se escucha la rotura del mar contra las rocas. Se siente frío en el rostro y las gotas minúsculas que trae el viento, sabor a sal, olor límpio, el grito de las gaviotas que buscan refugio entre las grietas.


La llamada de la tierra


Llevaba 3 días de travesía por la jungla, en el viaje más triste de su historia Volvía a despedirse, esta vez definitivamente, del hombre que antaño le habían puesto sus padres como guía. Sintió de nuevo la misma sensación de desmayo al ver a lo lejos su silueta. Esbelto, piel cobriza y mirada profunda. Sus ojos se cruzaron, la mano de ella le saludó, recibiendo a cambio una enorme sonrisa y un beso lanzado al aire.
Recordó cuando era apenas una niña de 16 años y aquella voz cálida, serena, profunda le había atrapado. Era el encargado de su seguridad en un ambiente díscolo y desconocido, con animales salvajes y seres humanos en busca de cualquier europeo como intercambio. Tenía el encargo de no separarse de ella en ningún momento, enseñarle todo lo que considerase digno de interés en la zona: vegetación, fauna, rituales, comida, búsqueda de agua, funcionamiento del centro médico y por supuesto todos los proyectos futuros necesarios para la subsistencia de aquellas personas.

Eres tan grande como un oso.


Puedes encontrarlo mirando el mar, paseando por acantilados, sentado en la hierba al lado de la lápida que hizo con sus propias manos y donde se puede leer "hreint sál" o limpiando su barca, varada desde el día que Magda le contó de sus miedos a perderle. Ojos sonrientes, azules ( el color de su orgullo) voz dura, grave, cara de ogro comedor de niños crudos, grande como un ciprés y manos de gigante que abarcan más de lo que pueden coger. Sus gruñidos asustan a los niños cuando me busca en el colegio y sus pasos, retumbando en el pasillo, me sacan una sonrisa. Llega el paladín. Él me salvará de las garras de la directora malvada que siempre lo llama.
-"Solo es algo inquieta, tenga paciencia".
El guiño de un ojo y la mano estirada es la señal precisa para comenzar a caminar hacia la salida de mi cárcel particular.
-"¿Cuantas veces?".
-"Nunca más abuelo, lo prometo".
 Me abraza y subo a su cuello con mi traje de princesa Disney.
-"Tú, siempre tú".
-" ...Pero es que no me dejan tranquila"
... y me lleva al mar. Corremos por la arena e, inexplicablemente, siempre gano.