martes, 31 de mayo de 2016

Un día cualquiera.




A veces tengo la impresión de vivir en un sueño. Una pesadilla que terminará cuando consienta en ver mi cuerpo desmembrado y mi cerebro cubierto por las cenizas de esos monstruos hechos símbolos. Hoy es uno de esos y lo peor, es que cada vez se repiten más a menudo, será mi retorno a la adolescencia. Días en los que me levanto inquieta, molesta e intento refugiarme, esconderme en la música, en sensaciones pasadas, en la belleza de este sol madrugador que enrojece el horizonte, en la luz que va invadiendo la habitación, en la forma de las nubes que siempre, por más que se repitan, terminan pareciéndome  mullidas y confortables, devolviéndome la cordura pero que, al mirar al suelo, se desvanecen y vuelvo de nuevo al ruido. 
He intentado escribir mil cosas, poner en orden mis ideas y darle forma a esta rabia que se ha ido apoderando del escaso aire que me queda. He pensado en ponerme enferma repentínamente, en vagabundear por lugares que calmen esta ansiedad, en morirme de nuevo y volver a resurgir, en llamarte y pedirte que vengas porque necesito que estés aquí, ahora, ya, me haces falta, pero la cobardía es más fuerte que yo. Otros lo llamarán responsabilidad pero si fuese así no estaría revolviendo la maleta para poneme lo de siempre. Si fuese responsable estaría viendo tus greñas en la almohada o agarrando tus piernas hasta que me arrastrases al suelo. Si fuese responsable, no te necesitaría tanto.
Ha terminado ya el día, por fín. Ha finalizado el protocolo de sonreir sin ganas, de hacer oídos sordos, de aguantar los consejos bien intencionados de los cercanos que no se dan cuenta de que sobran, de ver al tirano pavoneándose por su cubículo de cristal creyéndose más libre que todos nosotros,  de intentar sacarme una sonrisa ironizando con las sombras. Ha terminado ya, por fín, un día horrible. Vuelvo al hotel y me meto en la ducha restregándome el cuerpo con la intención de apartar el hedor de este dolor que me atraviesa, intento recordar tu cara, imaginar tus pasos de ahora mismo y salgo de la ducha, mojándolo todo, para llamarte pero todavía no has llegado. Vuelvo a zambullirme en este mar jabonoso para acallar esta cuchillada de soledad, la frialdad de esa cúspide iluminada, los ladridos de los perros y los alaridos de mi corazón suplicando tus caricias. Porque si no me llamas pronto sucumbiré y encontraré al que tiene la llave de las cloacas, de las que no volveré a salir.
Llueve otra vez, el río chapotea  y se ha vaciado de barcos y paseantes, solo se escuchan las sirenas. Es mi momento de pasear. Todavía son visibles las marcas de la batalla, el olor a basura es mayor con el agua y no han podido quitar el plástico quemado de la calzada. Aquí también ha llegado el fin del mundo, a pesar de la lluvia y del frio, ya no hay reductos libres, se acabaron los escondites. Tal vez sea la hora de dejarse deslumbrar por los tintineos de las luces tricolor, quizás sea el momento de sucumbir a la patria y la bandera y convertirme en el asno que debía haber nacido y no fue.

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