domingo, 23 de abril de 2017

La vida se vive, luego se escribe y, finalmente, alguien leerá.



Me despertó el chasquido del hielo. Me encanta este ruido a pesar de estar con fiebre. Me dormí con el crick bruuuuuuum una vez que le cogí la cadencia. Me acunó las 3 veces que me levanté al baño, las dos que me senté en la ventana para ver el plancton relamiendo el hielo y a las 5, cuando amaneció, me dejé abrazar por el desquebrajamiento del coloso, del que se podría sacar una sinfonía, si supiese música. Esto de las fiebres, para las obsesiones, es un chollo. Ayer leía al maese boliviano de la rotonda. Decía que el frío lo padecen los pobres y los ricos lo convertimos en poema. Tal vez, quizás, no lo sé. A mí me parece poético el caretón de los ojijuntos desdentados de este lugar, el descuartizamiento de las orcas o el baño de sangre de las cabezas de búfalo. Será que me asalvajo con facilidad o que tengo poca empatía teórica. No me pregunten, que no lo sé.

Se deshace todo ésto, es igualito que vivir subido a un cubata de ron, un mojito, en ocasiones, por lo del hielo picado. Malik, el fotógrafo dice sentirse cardamomo, yo me pedí ginebra, por lo aromático y mi compa, la burbujeante tónica. Somos el perfecto gintonic en el lugar exacto. A diferencia del año pasado, ya hay zonas limpias de nieve, muchas, demasiadas. Hace sol, aunque un frío del copón. Dice el termómetro que -7º, a las 9 de la mañana, pero el hielo ha llegado a su mayoría de edad. Se ha independizado de la climatología y campa a sus anchas por todas partes. Hemos visto icebergs del tamaño de ciudades medianas, barquitos de papel helado navegando en un mar de aceite. Digan lo que quieran pero la muerte, como la miseria o cualquier cosa que se contemple sin padecimiento, es bellísima (y ahora ya pueden decir que es políticamente incorrecto).
Tasiilaq está al este de Groenlandia. Nuestra primera vez. Nos habían hablado de ella, la ciudad más turística de la zona. 3000 habitantes con un megaproyecto para convertirla en la Venecia del país verde. Un desatino. Este año, cuentan los pescadores, han perdido cerca del 2% del territorio. Va por ahí, vagando por esos mares de dios, en busca de una constitución o, en su defecto, una nevera que lo acoja. Pero aquí, no todo el mundo lo ve de la misma manera y se preocupan más de la desaparición y muerte de una islandesa a manos de un par de cejijuntos groenlandeses, de hacerle un altar en el puerto, de pedir perdón a la familia de la joven. Y si, es una tragedia la muerte de la chiquilla, como lo es la muerte de un policía parisino o de esa familia de Nuuk que ha muerto ahogada...pero sólo me falta escuchar: “¿quién vota a los corruptos?” y será como estar en casita. En fin. Ahora se habla de sacarle partido al deshielo. Enviar la arenilla rocosa que se desprende de la ruptura del glaciar y que, por su cantidad, están obturando los fiordos como si de un lodazal se tratase. Y ¿a donde enviarla? A Kenia, claro, que está en el límite matemático del Si, se puede. También han pensado en plantar patatas, ya que alguien, experto en estos menesteres tuberculinos, observó que los destestables hongos que acaban con las patatas en todo el mundo, no existen en Groenlandia y ya tenemos la industria montada: hierro, arena de roca y patatal. No se conforma quien no quiere.

Mientras, en otra isla de esta isla (Aasian) la vida continúa. Se hacen los juegos anuales para adultos, consistentes en esquí de fondo, tiro al blanco y carreras de trineo. Dos días de fiesta jolgorrio en la que los contendientes se alojan en sus propias tiendas de campaña, se avituallan como pueden (alguno ha traído un búfalo muerto y lo ha repartido entre los contricantes), mientras las ropas coloridas lo inundan todo. Es bonito el traje típico groenlandés. Ellos de blanco nuclear, ellas de pavo real maravilloso. El triunfo de la normalidad, llega en el centro comercial: un barbudo con pinta de Rasputín y túnica roja, se hace fotos y abraza a todo cuanto transeúnte se lo requiere. Qué bonito es todo, tras haber pasado todo el día rodeada de gente armada, así, de la manera más natural del mundo.
Rasputinnadum con señora de compras, encantados de la vida. Día mundial del arenque que te has de comer
Lo mejor de toda esta historia, es cómo lo vemos los que no lo padecemos. Tengo la misma sensación de cuando contemplas una estrella, un sol o una enana, vete tú a saber, que no llevo el telescopio puesto todo el día. Supuestamente ha desaparecido mucho antes de tu mismo nacimiento, sin embargo, ahí está. Esto es parecido, pero al revés. Sabes que éstos, serán los últimos latigazos, los últimos latidos de una manera de vivir. Quizás no desaparezca, ya que con ellos, iríamos todos, pero sí cambiará mucho, muchísimo la vida en este lugar. Es la crónica de una muerte anunciada, que continúa como si nada ocurriese, sin que nadie haga nada. Un Rajoy en toda regla: si lo ignoramos, ganamos. Quizás tengan razón, la fiebre no me deja pensar en plenitud y me obceco en algunos puntos. Quizás, lo único importante sea el aquí y ahora y, los que vengan detrás, que se las apañen. Tal vez, sea la única manera de no volvernos locos y tenga mucho que desaprender, todavía.
Intento impregnarme, todo lo que puedo, del ojijuntismo y me pego a Pieter y su hermano Son, que nos enseñan a pescar en el hielo. Creí, tonta de mí, que el ruido se expandía más a través del hielo, que los peces huían del mundanal ruido. A los hermanos Storm, les importa muy poco lo que digan la física y las leyendas antiguas. Ellos hacen el burato con sierra mecánica y se han llevado pececitos para comer el día. Me gustan estos tronistas del hielo, el reality show, siempre ganará por su sencillez y oportunismo. ¿Para qué romperse la cabeza, si no vale de nada?
Es curioso esto de las segundas veces, cuando el romanticismo se ha terminado pero se mantiene el cariño. No sé si es la mala suerte, la fiebre o esa hormona enamorada que nos tapona la razón y nos impide ver el bosque, la primera vez. Groenlandia sigue siendo la misma, sin Ilullisat, todavía, sigue siendo profundamente bella, profundamente blanca, profundamente vacía, poéticamente muerta, pero todavía no he conseguido que me hablen de este terrible año, de los padecimientos climáticos, que son enormemente visibles. Nadie habla de la falta de oportunidades, de la falta de recursos, de la poca implicación local, nacional o internacional con algo que ha provocado las mayores inundaciones de la historia del Reino Unido, por ejemplo. De lo que sí me han informado, pormenorizadamente, es de que hoy se enfrentan Messi y Cristiano Ronaldo y que si el Madrid gana, el Barcelona tendrá muy difícil, por no decir imposible, ganar la liga. Y para ésto, salgo yo de casa.
To be continued.

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